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Colección LATEИTE. © Sampedro 2015

 

Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis.

El valle de los huesos secos. Ezequiel 37, 1-14

Cuando mi amigo P.P.M. escribió el titular «Martín Sampedro: La Nueva Fotografía» para el catálogo de la exposición Interior Ulterior (2009), me sorprendió su habilidad al señalar mi trabajo como precursor de un acontecimiento. La Nueva Fotografía, en la que yo trabajo, no está hecha de los instantes cotidianos a los que Pablo llamaba mi vida misma sino que incorpora otras luces, otras formas de vida, alucinaciones o personas virtuales, como elementos esenciales de la fotografía. Con esta forma de bautizar mi trabajo absolvía el tabú de la peligrosa amistad entre la fotografía tradicional y las nuevas formas de generar imágenes en la era digital. De ahí la ene invertida en recuerdo a la revista Иueva Lente, a Pablo Pérez Mínguez, Carlos Serrano y Jorge Rueda. Su reconocimiento y ejemplo me acompañan cuando construyo imágenes y busco la forma de nombrarlas; nueva fotografía, fotografía fantástica, realismo mágico o esperpento en recuerdo también a mi vecino Valle Inclán.

¿Podría vivir la vida sin pensarla, observarla, fotografiarla, nombrarla?

Desde que tengo uso de razón, pasar el tiempo haciendo fotos me ha ayudado a revelar intuiciones. Al igual que las palabras sirven para vestir una idea, la fotografía me sirve para desnudar la realidad. Lo que pienso está condenado al olvido. Según escribo voy olvidando y, sin embargo son las imágenes aquello que permanece latente en mi memoria. Cuando pienso en un concepto, por ejemplo el amor, inevitablemente me lleva al retrato de las personas amadas. Los recuerdos, los conceptos y los sentimientos tienen la apariencia de una fotografía aunque no interceda la cámara ni se pulse un disparador para capturar el instante. Lo que creemos hacer de forma consciente, lo hace nuestra mente con naturalidad de forma inconsciente, sin cámara, revelados ni retoques. La cámara subjetiva siempre va encendida, trabajando en crudo para entregarnos algo no meramente retinal; de ahí mi vocación impura de cocinar las imágenes para extremar la subjetividad.

¿Pero qué pasa con los ciegos, acaso ellos no cocinan las imágenes?

Cierro los ojos para meditar esta pregunta y veo algunas manchas de colores, energías y formas que no alcanzo…, aprecio un parpadeo muy cinematográfico, casi eléctrico, puede que sea el eco de los fluidos que laten en mi interior. La mandíbula se relaja y comienza a temblar, vibra, tintinea como si estuviera nervioso… ¡Esto sí que no me lo esperaba! Olvidé purgar los radiadores y puede que el frío esté alumbrando este misterio. Con cada rechinar de dientes comienzan a saltar flashes de imágenes holográficas tejiendo recuerdos y deseos…, los ojos inundados por la emoción.

Con los ojos cerrados he visto retratos y fragmentos de realidad que me citan con la infancia, nada extraño pero sí vertiginoso. ¡Qué fuerte! Al vestirme con la piel de un ciego, alucino y lloro como lloraría un ciego al recuperar la vista.

¿Acaso la fotografía no es otra cosa que alucinación?

 

Después de Interior Ulterior, La extrañeza de Existir y Sangre Azul, en los que la figura humana había sido reemplazada por seres virtuales, con la excusa de mostrar las otras dimensiones de la existencia, me encuentro ante la incertidumbre de continuar el camino. Al cerrar los ojos para visualizar la dimensión del desastre, descubro lo abismal que se hace caminar en solitario, y la inmensa suerte de tener tantos amigos invisibles. Estos esperpentos que me guían y hacen mi trabajo tan reconocible, me están dando la oportunidad de construir una imaginería propia. Aunque involuntariamente parecen provocar un enfrentamiento con el mundo de los humanos y de la fotografía tradicional, nunca renegaría de ella pues me acompaña desde niño ahorrándome infinidad de palabras huecas. “Latente” era aquella mágica sensación que alumbraba mi imaginación frente a la realidad atrapada en los carretes recién revelados que colgaba de la ducha. “Latente” es la prisa por intuir el milagro de la vida, energía vital. “Latente” es la luz que yo reclamo, la luz de tu mirada; “Llegaste oh Telémaco, dulce luz de mis ojos, alegría de mi vida”.  La dulce luz que Homero nombrara en griego como (faos/faeo), en lugar de la luz del sol (fos/fotos) con que bautizaron a la “foto-grafía”. Ésa era la luz con la que alumbrar lo latente y por eso en algún momento llamé a mis “fotografías”: “fao-grafías”.

Siempre me ha llamado la atención esa vocación que tenemos los humanos por imitar lo que se da en la naturaleza. El ambientador que huele a pino, una pintura que parece un paisaje, esa fotografía que parece un cuadro, ese dibujo tan bien hecho que parece de verdad,… Todo lo que nos rodea nos inspira para deconstruirlo y manufacturarlo como si fuéramos creadores. La economía, el desarrollo, el bienestar, el malestar, todo lo que hacemos los humanos gira en torno a la posibilidad de poseer aquello que en la naturaleza se da gratis. Pero lo acompañamos de una mentira piadosa, un precio, en ocasiones una trampa mortal. También, elaboramos creaciones y trampantojos con que mostrar la dimensión latente de aquello que admiramos. Así el arte, en esta era digital, es visitado, revisitado, copiado, duplicado, imitado, sobado, mejorado, valorado, devaluado, enviado, robado y regalado, con la urgencia de posponer en lugar de proponer. Tal vez el gesto de disparar el obturador de una cámara fotográfica sea la decisión consciente de atrapar algo memorable y embalsamarlo para su conservación como algo cierto. En cambio la verdad es latente, y la creación invención.

¿Existirá un nuevo arte, más allá del entretenimiento o el espectáculo?

Sírvame este último experimento Latente para decir algo propio en favor de La Nueva Fotografía y su luz espiritual. Por fin podemos fotografiar lo inexistente, elevar la mirada más allá de lo evidente y construir una realidad sin miedo al derrumbe. Al mirar las fotografías de la colección Latente, tras la contemplación, el onanismo o el deleite estético, intuyo que respirar, transitar, fotografiar y compartir lugares o personas inexistentes, responde a mi necesidad de citarme con el Álter-ego. Y para que me entiendan, he acuñado una nueva palabra cargada de futuro con la que nombrar esto que ahora hago; “Álter-retratos”.

Desde que Louis Dodero inventara las famosas tarjetas de visita con las que se popularizó la fotografía en sus primeros tiempos, la cámara fotográfica ha asistido a constantes innovaciones que han transformado nuestra forma de ver e interpretar la vida. La revolución digital, no ha hecho más que empezar. El desarrollo masivo de esta tecnología, ha facilitado que cualquier persona pueda expresarse y hacer retratos de forma sencilla. Pronto las cámaras digitales estarán dotadas de nuevas tecnologías espaciales y sensoriales con las que captar, representar y compartir eso que vemos al cerrar los ojos.

Aflojen los párpados, dejen aflorar lo latente. Sírvame esta colección de álter-retratos como homenaje a la fotografía y a los fotógrafos, los del negativo, el positivo, el microscopio, la endoscopia, el escáner, el 3D y la resonancia magnética; los de la alucinación latente, los que inventaron el arte moderno y los que revolucionaron la medicina y la ciencia a base de nuevas formas de observar la vida y sus diferentes dimensiones, a puro pulso de imaginación.

Hagan suyas estas imágenes, rebélense, descubran la mágica sensación de desvelar lo latente, formulen nuevas adivinanzas y, tal vez así, puedan inspirar y resucitar a los muertos.

 Martín Sampedro,  14 de abril de 2015

 

La colección «LATEИTE» se muestra en negativo para que el espectador viva la experiencia de proceso fotográfico. A través de la cámara de su teléfono móvil podrá ver las imágenes en positivo. Utilice la cámara por defecto de su smart phone con el efecto negativo, o instale la aplicación para iPhone.